Hoy es un placer enorme ser parte de este momento impresionante de cambio en el abordaje de tratamientos para personas con autismo y diversidad funcional en general y más aún poder sentir que puedo colaborar a que otros empiecen a andar este camino de la mejor forma posible.
viernes, 20 de julio de 2012
PUEDE SER, PUEDE SER
En el lejano Reino de Kariel, vive Long Ching, un anciano de frágil
cuerpecillo y larga barba blanca. Sus modales serenos y su palabra
siempre cuidadosa y amable, hacen de él un hombre respetado en toda la
comarca.
Las gentes afirman que Long Ching, en su juventud, fue iniciado en los
misterios de la antigua sabiduría. Y en realidad, tanto sus vecinos como su
único hijo que con él vive, admiran su gran lucidez y templanza.
Aquel día, los vecinos de Kariel se encontraban muy apenados. Durante la pasada tormenta, las yeguas de Long Ching había salido de sus corrales y
escapado a las montañas, dejando al pobre anciano sin los medios
habituales de subsistencia. Ante tal hecho, el pueblo sentía una gran
consternación por lo que sus habitantes no dejaban de desfilar por su
honorable casa:
¡”Qué desgracia”! ¡”Pobre Long Ching”! le decían sus vecinos, ¡”Maldita
tormenta cayó sobre tu casa”! ¡”Qué mala suerte ha pasado por tu vida”!
¡”Tu casa y tu hacienda está perdida...”!
Long Ching, amable, sereno y atento, tan sólo decía una y otra vez:
Puede ser, puede ser...
Al poco, el invierno comenzó a asomar sus primeros vientos trayendo un
fuerte frío a la región, y ¡Oh sorpresa! Sucedió que las yeguas de Long
Ching retornaron al calor de sus antiguos establos, pero en esta ocasión,
lo hicieron preñadas y acompañadas de caballos salvajes encontrados en las montañas.
Con esta llegada, el ganado de Long Ching se vio incrementado de manera
inesperada.
El pueblo, al enterarse de tal acontecimiento, sintió un gran regocijo por
la buena suerte del anciano, de tal forma que, uno a uno, fueron
desfilando por su casa, para felicitarlo por tal bonanza.
¡”Qué buena suerte tienes anciano”! ¡”Benditas sean las yeguas que
escaparon y más tarde aumentaron tu manada”! ¡”La vida es generosa
contigo Long Ching...”!
A lo que el sabio anciano tan sólo contestaba una y otra vez:
Puede ser, puede ser.
Pasado un corto tiempo, los nuevos caballos fueron domesticados por el
hijo de Long Ching que, desde el amanecer hasta la puesta del sol, no
dejaba de preparar a sus animales para las nuevas faenas. Podría decirse que la prosperidad y la alegría reinaban en aquella casa.
Una mañana como cualquier otra, sucedió que uno de los caballos derribó
al joven hijo de Long Ching con tan mala fortuna que sus piernas y brazos
e incluso algunas costillas, se fracturaron en la tremenda caída. Como
consecuencia, el único hijo del anciano quedaba impedido durante un largo
tiempo para la faena diaria.
El pueblo quedó consternado por esta triste noticia por lo que todos los
vecinos fueron pasando por su casa, mientras decían al anciano:
¡”Qué desgraciado debes sentirte Long Ching”! le decían apesadumbrados”Qué mala suerte, tu único hijo”! ¡”Malditos caballos que han traído la
desgracia a tu casa”!
El anciano escuchaba sereno y tan sólo respondía una y otra vez:
Puede ser, puede ser...
Con el tiempo, el verano caluroso fue pasando y cuando se divisaban las
primeras brisas del otoño, una fuerte tensión política con el país vecino
estalló en un conflicto armado. La guerra había sido declarada en la
nación y todos los jóvenes disponibles eran enrolados en aquella negra
aventura.
Al poco de conocerse la noticia, se presentó en el poblado de Kariel un
grupo de emisarios gubernamentales con la misión de alistar para la
batalla a todos los jóvenes disponibles de la comarca. Al llegar a la casa
de Long Ching y comprobar la lesión de su hijo, siguieron su camino y se
olvidaron del muchacho que tenía todos los síntomas de tardar en
recuperarse durante una larga temporada.
Los vecinos de Kariel sintieron una gran alegría cuando supieron de la
permanencia en el poblado del joven hijo de Long Ching. Así que, de nuevo,
uno a uno fueron visitando al anciano para expresar la gran suerte que de
nuevo al anciano con su Ala tocaba.
¡”Gran ventura ha llegado a tu vida Long Ching”! le decían ¡”Bendita caída aquella que conserva la vida de tu hijo y lo mantiene a tu lado durante la
incertidumbre y la angustia de la guerra”! ¡”Gran destino el tuyo que cuida
de tu persona y de tu hacienda manteniendo al hijo en casa”! ¡”La buena
suerte bendice tu morada”!.
El anciano mirando con una lucecilla traviesa en sus pupilas tan sólo contestaba:
Puede ser, puede ser...
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