domingo, 26 de septiembre de 2010

Neurofisiología del amor


Dr. Chritian Plebst
Marido y padre de dos hijos
Director de Proyectos Comunitarios, FLENI
Consultor en Psiquiatria Infantil y desarrollo temprano
Miembro del grupo de trabajo "Valores en el Campo de la Salud" de la Janki Foundation, Oxford, Reino Unido
Director Científico del Depto. InfantoJuvenil / Coord. Clínica de Autismo y TGD de INECO



Neurofisiología del Amor

Para captar hoy en día la atención de los medios y las personas con frecuencia debemos recurrir a grandes títulos con palabras científicas o taquilleras. Pero en este caso podemos verdaderamente hablar de que existe una neurofisiología del amor más allá de lo estratégico del título.
La neurofisiología del amor a nivel cerebral es el correlato más denso o material de lo que sucede en planos más sutiles de la conciencia, planos sobre los cuales la ciencia médica todavía no puede hacer comentario con conocimiento de causa, pero quizás la física esté más cerca de comprender. Por suerte hoy no sería tan descabellado decir que niveles de amor pueden producir curas, complementado por los abordajes adecuados en alimentación, hábitos y también los abordajes de las ciencias médicas.
El amor es un estado de optimismo, un sentirse unido con algo más grande que el trajín cotidiano. Bajo esta visión cabe agregar que hoy sabemos que los estados emocionales, tanto positivos como negativos, tienen sus correlatos neuro-endocrino-fisiológicos, de lo cual se desprende que es “conveniente” desarrollar la capacidad de amar.
El poder incorporar, comprender y promover pro-activamente estados de bienestar es una obligación en medicina. Consiste en llevar la práctica médica a un nivel superior, a través de la complementación del estado de presencia de las personas que rodean a los que están “enfermos”, y al paciente mismo; es arribar a un estado puro de desapego y entrega genuina. Son niveles de entrega que surgen desde una paz profunda que transmite confianza y seguridad sea cual fuese el desenlace.
¿Qué es el desapego? El desapego no es un estado de austeridad material, sino que bien entendido, es equivalente a la libertad más absoluta. Es estar libre de nuestras emociones y de nuestros condicionamientos socio-culturales. Es un estado que nos permite lograr una aceptación de quienes somos, con lo bueno y lo supuestamente “no-bueno”. Significa no depender de nada para nuestra felicidad: somos como somos y lo aceptamos e incluso lo disfrutamos. En el Ser somos todos iguales.
Al realizar este conocimiento surge un nuevo orden y se desmoronan los rótulos y necesidades sociales. No es un sacrificio ascético sino un estado de “magia” en el cual nos sentimos libres de ser quienes somos. Una liviandad de no tener que ser otra cosa. Este estado surge y permite la coherencia entre pensamiento, palabra y acción. Transparencia en el Ser.
Cuando nos sentimos bien y seguros con nosotros mismos, sin tener que ser otra cosa, el vivir se torna liviano y genuino. Ya no son necesarios los pensamientos estratégicos de “cómo me conviene ser” o “qué debo decir”. Somos y fluimos con naturalidad, despreocupados, pero no de manera descuidada. Esto optimiza nuestra mente y contribuye a que estemos presente en el aquí y ahora. Y es allí, en esa presencia, que surgen los valores humanos verdaderos. Este obrar sin condicionamientos neuróticos regenera a diario nuestro cuerpo y mente, y nos permite comenzar a vivenciar que es realidad el alma o la energía espiritual de la que tanto se habla desde los comienzos de la humanidad. Los valores serán la hoja de ruta para seguir progresando en esta elevación. Nos marcarán el camino de la coherencia con nuestra esencia. Es en el trabajo de intentar vivir bajo la coherencia de los valores que se produce el fenómeno de purificación creciente de nuestro Ser.
En realidad, el Ser es puro. Pero a partir de los procesos de purificación y reconocimiento de estas facultades más elevadas de nuestra mente, nuestro Yo (el plano más concreto y ejecutivo de quienes somos, también llamado ego) comienza a nutrirse y reflejarse más desde el Ser que de las referencias provistas por el mundo externo a través de nuestros sentidos externos. Comenzamos a sentir realmente qué es ser humano y nos comienza a nutrir el solo hecho de estar con otros conectados y orientados hacia fines comunes. Seenciende entonces un irrefrenable “deseo” de profundizar nuestro camino espiritual. Estamos quizás ante la única verdad: que nuestra verdadera esencia es espiritual. Es aquí donde para el individuo ya no son necesarias las pruebas, demostraciones, discusiones o polémicas sobre espiritualidad. La espiritualidad se ha convertido en vivencia y para el que lo vive ya no es necesario demostrar que “esto” existe. Esta vivencia, este conocimiento, este Ver, se convierten en camino y convicción. La pureza de este camino se verá en la coherencia de las conductas y en la creciente ecuanimidad, paz, alegría y compasión del individuo.
Estos estados se elevan por encima de los estados de bienestar psicológico; surgen cuando los aspectos psicológicos o emocionales son elaborados resolviendo problemáticas relacionadas con la autoestima y los miedos relacionados con la falta de aceptación o los temores de no ser querido o aceptado. Cuando la vida nos confronta con hechos comunes (enfermedad, muerte, accidentes, hijo con discapacidad, despidos, separaciones, etc.) es cuando nuestro sistema de valores se ve desafiado y en la mayoría de los casos surge una crisis de valores. Los valores bajo los cuales nos regíamos no nos sirven para poder explicar o resolver lo sucedido. Como frecuentemente se menciona, quizás inicialmente nos sentimos víctimas de estos hechos, pero el verdadero desafío esta en convertirlos en oportunidades de aprendizaje y elevación de nuestra conciencia.
Quizás podríamos decir que estos estados son “simples” pero no tan fáciles de lograr. Pero tampoco imposibles. Lo peor quizás es no reconocer la importancia de estos estados tanto para el diario vivir como en los procesos de cura, sanación, alivio y acompañamiento. Quizás el verdadero sentido de la vida sea trabajar, llegar y permanecer en estos estados, y no quedarse a medio camino subyugado por la sobre-estimulación vacía de nuestros sentidos.
Estos estados contagian optimismo, paz, amor, por su sola presencia. Por sobre todo, estos estados son muy importantes cuando estamos con niños, con todos los niños, independientemente de su condición. Pero más importantes y necesarios son cuando los niños presentan alguna condición que convierte el diario vivir en un desafío, es decir, con aquellos niños que más dependen de la compasión y de los valores en general que maneja su sociedad.
Lograr trascender el diagnóstico médico es muy importante. Los diagnósticos sirven para orientarnos y pertenecen a planos bien concretos de nuestra vida. Pero no debemos quedarnos fijados a ellos, ya que pueden justamente interferir con nuestra capacidad para amar, ser optimistas y transmitir optimismo genuino. El optimismo es un estado con correlatos neurofisiológicos que protege nuestro estado de salud. La gente optimista es más saludable (no se enferma o se enferma menos).
Por lo tanto para los padres es importante escuchar a los médicos, pero no quedarse sólo con eso. La medicina, como toda ciencia, tiene una mirada parcial. Todavía no ha incorporado (de a poco lo está reconociendo) el enorme poder que tienen los “estados internos” en los procesos de cura y sanación.
Tampoco hay que confundir esto con espejitos de colores o generar falsas expectativas, o esperanzas ciegas. La vida es como es y no conocemos todas las variables que inciden en tantos “porqués” de las cosas que nos suceden.
En la vida existe el dolor. También existen el sufrimiento y la pena, pero a diferencia del dolor, estos son totalmente evitables. Si conocemos la naturaleza de nuestra mente y cómo opera, podemos luego generar estos inmensos estados de poder desde el Amor y la Paz. ¡No hay nada igual! Está todo allí, a nuestro alcance, pero insistimos en no buscar o no reconocerlo. Seguimos ocupados corriendo detrás de un bienestar externo que le dé sentido a nuestra vida, ciegos a que allí muy cerca nuestro, dentro nuestro, está el verdadero sentido capaz de aliviar muchos o quizás todos nuestros sufrimientos. No podremos saber cómo sanarnos si primero no conocemos la naturaleza y funcionamiento de nuestra mente. No podremos saber quiénes somos en realidad, si primero no sabemos cómo funciona o de qué está llena nuestra mente (generalmente llena de condicionamientos sociales y culturales, como el deber Tener o Hacer por encima de Ser).
La vida y el hombre son parte de un universo y de una naturaleza que tiene sus leyes, inmensamente sabias. Parte de lo que nos sucede como sociedad y mundo está relacionado con que nos hemos apartado de ciclos y ritmos naturales, tanto internos como externos. Creo que eso en sí ya puede producir enfermedad. El cuerpo, la mente y el alma tienen sus propios tiempos, ritmos y necesidades. Cuando nuestros tiempos, ritmos y necesidades están gobernados por factores externos nos vamos enajenando de nuestra naturaleza y de la naturaleza que le marca el ritmo a todo el universo.
A la inversa, cuando nos sentimos parte de un orden natural, de ritmos y de la naturaleza de manera global, se generan en nosotros estados de mayor tranquilidad y optimismo, se da paso a vivenciar y conocer estados como la contemplación o un atisbo de lo que puede ser vivenciar la paz verdadera o el silencio interno. Lejos de estar solos, somos parte de un orden que existe en la naturaleza, con sus leyes. Si a esto le agregamos comunidades de personas que sienten y obran bajo esta filosofía, visión, creencias, toda esta fuerza en intención se trasforma en un enorme poder de entrega y servicio. Es decir, un grupo de personas que ya considera tener todo lo que necesita por el solo hecho de existir. Un estado de bienaventuranza y agradecimiento hacia la vida, feliz por estar vivo y con alegría de vivir.
Todo este poder está en cada persona. Cada persona encierra un ejemplo de la enorme energía del universo. En otras palabras, enseñar y aprender cómo dar paso al despertar de nuestro potencial espiritual. Para mayor sorpresa aún, este conocimiento, el de “cómo despertar”, no es nuevo. Se encuentra descrito y detallado por las grandes tradiciones espirituales.
La gran mayoría de las personas sólo funcionamos desde lo corporal y lo mental. Debemos seguir evolucionando como individuos y sociedad para poder encender nuestro real destino o como se dice: “no somos seres humanos con algo de espiritual, sino que somos seres espirituales con algo de humano”.
Con todo lo dicho, ¿cómo no pensar en los niños y en la educación que están recibiendo? ¿Podemos estar tan errados? Como decía un título firmado por Pipo Pescador:”los niños reciben mucha información pero poca formación”. En vez de preocuparnos tanto por la eficiencia, “educando” (o quizás arruinando) niños desde las salas de preescolar con conocimientos de temas y habilidades que tienen toda la vida para aprender, y es más, la mayoría aprende solo, deberíamos comprender que la verdadera educación tiene que ver con “educar” o elevar los estados de conciencia y no sólo inculcar o instruir.
Los estados de conciencia van desde los más egocéntricos a los estados más elevados producto de la auto-realización, en los cuales emergen las grandes cualidades humanas. Estamos robando a los niños un tiempo precioso de juego, curiosidad e ingenuidad, imprimiendo imágenes y símbolos del mundo de los adultos. Impresiones que quedan grabadas a fuego en la memoria y contribuyen al lento proceso de condicionamiento y anulación del verdadero potencial interno.
La verdadera educación contiene un poder transformador. Hoy en día lo único que hace nuestra educación es replicar y reproducir conocimiento neurótico, transmitiendo nuestros males de generación en generación. Como dice Claudio Naranjo, tenemos el mundo que tenemos por la educación que tenemos. Tan simple como eso.
Nuestros líderes, y nosotros mismos, somos todos productos y replicadores del mismo status quo, generación tras generación.
El poder transformador de la educación no es sólo a nivel de un conocimiento mundano, que también es necesario. La educación con valor transformador debe abonar y fortalecer lo que sigue a los procesos de brindar información y conocimiento. Es decir, dar vía a la comprensión, que junto con la experiencia darán paso a la sabiduría. Es allí donde surgen el poder y el carácter transformador de la educación sobre el espíritu. Es allí donde emergen los valores y brota la compasión, el amor, la paz, todo dentro de una profunda sensación de estar ante la Verdad, el destino más elevado del Ser humano.
Los valores son atributos del hombre, son estados naturales. Están allí, siempre estuvieron allí. En cambio la angustia, el miedo, la ira, son todos estados que ingresan desde afuera. Ingresan quizás en la temprana infancia ocluyendo el desarrollo de nuestro verdadero potencial. También ingresan con mayor facilidad durante la adultez, al carecer de las herramientas (no desarrolladas u ocluidas durante la “educación”) que permiten reconocer nuestra verdadera naturaleza.
En síntesis, ya tenemos todo, no hay nada nuevo, o como dice Lao Tzé: El mundo es nuestro cuando nos damos cuenta de que ya tenemos todo lo que necesitamos, es decir, cuando despertamos.
Necesitamos despertar. Quizás nunca estuvimos tan cerca de un despertar colectivo y al mismo tiempo tenemos la sensación de que las cosas están cada día peor. Allí en el momento mismo que aparece este pensamiento pesimista podemos confrontarlo con el hecho de que las transformaciones y paradigmas se modifican en tiempos evolutivos, cientos o miles de años. No nos preocupemos por el mundo. Como el ser humano, el mundo tiene un inmenso y quizás ilimitado potencial de auto sanarse y auto regenerarse. Preocupémonos por ser coherentes, es decir, por ser el cambio que queremos y le pedimos al mundo. En esa intención y actitud está el comienzo del camino y del cambio, tanto individual como del mundo.
El mejor tiempo es aquel aprovechado para avanzar en nuestra propia autorrealización. Es un camino para aprovechar, para vivir en lo cotidiano, sacando fruto de los desafíos diarios que siempre están y estarán. Visualizarlos como oportunidades. Oportunidades para ejercitar las nuevas emergentes habilidades de discriminación y discernimiento de nuestra prístina conciencia espiritual. Es una situación de ganar o ganar. Es vivir la misma vida pero bajo un lento despertar de la conciencia que nos brindará las suficientes vivencias “espirituales” que nos garantizarán estar en el camino cierto.
Al vivir la vida bajo una constante luz de la conciencia espiritual, todo se vuelve aprovechable y reporta enormes ganancias. Ganancias espirituales cuyos resultados son eternos.
Quizás algún día estemos hablando desde las ciencias de la “fisiología” de los campos más sutiles de la existencia. Aunque quizás cuando estemos allí ya no será tan importante hablar sobre las cosas que son evidentes y no deberemos demostrar lo que consideramos obvio. La sola contemplación del milagro de los procesos de la vida y la conciencia nos alcanzará para llenarnos de Amor, energía y optimismo, y vivir ocupándonos de lo que necesita el otro, en una cadena que naturalmente proveerá de todo a todos.

Paz, Luz y Amor
Christian Plebst

4 comentarios:

  1. Hay un libro excelente, se llama el Tao de la física, de F. Capra. Tiene que ver con esto. Gracias!

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  2. Hermoso y constructivo. Altamente constructivo... Definitivamente necesitamos despertar.
    Es muy enriquecedor poder escuchar al Dr. Plebst.
    Gracias por compartirlo!

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  3. ..."Lograr trascender el diagnóstico médico es muy importante. Los diagnósticos sirven para orientarnos y pertenecen a planos bien concretos de nuestra vida. Pero no debemos quedarnos fijados a ellos"... rescato esta frase porque me ayuda muy especialmente!. CYNTHIA.

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